viernes, 8 de abril de 2011

“Provocar es peligroso en China”


Estuve en el estudio de Ai Wei Wei en diciembre del año pasado. Fue una entrevista extrañísima, ya que el entrevistado estaba bastante más pendiente del monitor de su ordenador y de la gente que iba entrando que de mis preguntas. Me fui bastante cabreado y con la sensación de que había sido un fiasco.

Después, al escuchar el audio, me di cuenta de que, en realidad, había sido una entrevista bastante buena. Pasados unos días y pasado el cabreo, empecé a pensar que el personaje utiliza los medios de comunicación para difundir su mensaje, pero no los respeta demasiado. Y no estoy seguro de que me parezca mal, la verdad. Además, la falta de respeto, en general, es una línea de continuidad en su trabajo.

Ahora que lo han detenido (apuesto a que pasará una larga temporada en la sombra) he vuelto a releer la entrevista y no me cabe ninguna duda de que su obsesión por denunciar injusticias es totalmente sincera y no una estrategia de marketing. En su momento lo puse en duda. Ahora ya no. Seguramente en el proceso psicológico que le lleva a alzar la voz contra todo lo que le parece mal haya algo de testarudez, un ego muy sólido y la convicción de estar desempeñando un papel histórico. ¿Pero que héroe carece de estos tres atributos?

“Provocar es peligroso en China”

Ángel Villarino/(Pekín, Diciembre 2010)

Como los antiguos mandarines imperiales, Ai Wei Wei (1957, Pekín) hace desaparecer las manos juntando las mangas de su camisa. El gesto imprime solemnidad a un rostro afable y reflexivo. Tenemos delante al que quizá sea el artista contemporáneo chino más conocido en el extranjero. En su país, sin embargo, el auditorio se reduce a grupos muy concretos: gente de la cultura, jóvenes universitarios y víctimas de las arbitrariedades del régimen. “Es más fácil que me reconozcan en las calles de Londres o Nueva York que aquí”, asegura en su estudio pekinés. En esta fábrica de ideas, sostenida con ladrillos en las
afueras de la ciudad, trabajan unos 40 empleados.

En su montaje más conocido hasta la fecha, metió 100 millones de pipas de porcelana en la sala de turbinas del Tate londinense para reflexionar sobre la insignificancia del individuo hoy en día. Ai Wei Wei dice entender el arte como un compromiso con el mundo que le rodea y se ha convertido en una de las voces más duras contra el Gobierno chino. No se trata sólo de provocaciones artísticas para una élite intelectual, sino de una auténtica red de denuncia, articulada a través de Internet, las nuevas tecnologías, la producción de documentales, exposiciones, charlas, entrevistas... Sus ataques al régimen son cada vez más procaces y muchos, incluidos sus amigos, se preguntan cuánto tiempo van a seguir permitiéndoselo.

-¿Por qué decidió llamarle “Fake” a su estudio?

En inglés “fake” significa “falso”, pero al utilizar el sistema pinyin
(traslación del chino con alfabeto latino) suena igual que “fuck”
(“joder”). Es un chiste que conecta las dos culturas, la occidental y
la china. Tu dices “fake”, yo digo “fuck”.

-¿Qué hacen en “Fake”?

De todo: arte, arquitectura, investigaciones, documentales.
Últimamente mucho, mucho Internet. Nos ocupamos de todo lo que ocurre
a nuestro alrededor, de la situación actual.

-La situación actual, como dice usted, es la base de todo su trabajo.

Los artistas deberían trabajar sobre las condiciones que les rodean,
inspirarse en las cosas que pasan a su alrededor. El mundo cambia muy
deprisa y yo entiendo el arte como una mirada a esos cambios.

-¿Están cubriendo de alguna manera el hueco que dejan los medios de
comunicación chinos?

Los medios de comunicación sólo hablan de lo que le interesa al
Partido. Nadie quiere dar sus opiniones críticas en público. Yo
utilizo la oportunidad que me da mi posición para expresarme y animar
a que todo el mundo haga lo mismo.

-Muchos chinos creen que los medios occidentales estamos obsesionados
con los aspectos negativos de China.

Yo creo que lo negativo de China es China en sí misma. Los medios de
comunicación occidentales siguen sus estándares de trabajo y tienden a
explicar la verdad.

-Mientras le esperaba he visto gente muy humilde entrando y saliendo
del estudio. Parece que vienen a pedirle ayuda.

Soy la persona más famosa de China en cuanto a denuncia de
injusticias. Vienen porque alguien les ha dicho que Ai Wei Wei se
puede ocupar de sus problemas. Es una pena pero en realidad no hay
mucho que yo pueda hacer. Yo mismo estoy en peligro.

-Ha llegado a fotografiarse saltando desnudo, con una figura hecha de
alpaca que le cubría los genitales. Su mirada a la realidad que le
rodea suele ser provocadora.

Sí, pero es que el mundo en el que vivo es provocador. Si no viviese
en un mundo como éste, yo no provocaría. Mi trabajo es un producto del
mundo que me rodea, un mundo muy mediático y muy susceptible a la
provocación.

-¿Y cómo encaja la provocación en la cultura china?

No demasiado bien. La cultura china, los chinos de hoy en general,
creen que no es muy inteligente provocar porque es peligroso y te
causa problemas personales. Provocar es peligroso en China, pero es
necesario que alguien lo haga, es un estímulo, una luz.

-Hablando de los peligros de provocar. Dice que estuvieron a punto de matarlo.

Cuando uno habla abiertamente de ciertas cosas sabe que va a tener
problemas. Estaba en un hotel. 300 policías tiraron la puerta abajo a
las 3 de la mañana y me golpearon, provocándome una lesión cerebral.
El problema se desató días después, cuando yo estaba en Munich, en una
exposición. Allí pude operarme. De lo contrario ahora no estaríamos
hablando.

-¿Sufre un hostigamiento diario?

No exactamente, pero mi teléfono está pinchado, hay dos cámaras
delante de mi puerta. La policía secreta viene regularmente a hablar
conmigo.

-¿Y de qué hablan?

Me preguntan sobre eventos que estoy preparando, sobre nuestro
trabajo. Vienen a hablar conmigo y creo que es positivo que al menos
se comuniquen conmigo.

-¿No ha pensado en abandonar el país?

No, no. Irme sería demasiado fácil. Me gustan las situaciones
difíciles. Lo que quiero es que sean ellos los que se marchen. No es
ninguna locura. Más de cinco mil peces gordos han huido al extranjero
con montañas de dinero.

-Usted además ya ha vivido en el extranjero. Vivió un tiempo en
Estados Unidos. ¿Se encontraba allí más cómodo que en China?

Lo que más me gusta de América es que hay algo parecido a una sociedad
democrática. Por supuesto, no es un sistema perfecto, pero comparado
con China…

-¿La posibilidad de acabar en la cárcel no le da miedo?

Pienso en ello todos los días. No puedo decir que tenga miedo pero
estoy bastante preocupado. De alguna manera siento el deber de seguir
diciendo lo que pienso. Este país no puede seguir así. La generación
de mi padre sufrió esta situación, mi generación lo está sufriendo.
¿Va a durar para siempre?

-Se lo están poniendo muy difícil para que su mensaje llegue a la gente.

Mi nombre está prohibido, censurado en Internet y los medios de
comunicación me tienen vetado. Puedo comunicarme con la gente burlando
la censura en Internet y en conversaciones. Antes era más fácil
hablar, pero desde que me convertí en argumento “sensible” para el
Gobierno, ya nadie me invita a dar conferencias.

-Usted dice que Internet es una de las mejores cosas que le ha pasado a China.

Aquí la gente no tiene acceso a la información y la educación es
realmente mala. Internet se convierte en una posibilidad para la gente
joven para aprender y para expresarse. Un síntoma de que es importante
es que el Gobierno está gastando muchísimo dinero en protegerse, en
censurar la red.

-El arte chino está de moda.

El arte chino actual no me resulta para nada interesante. Aunque
reconozco que quizá ofrece una nueva energía al arte mundial. El
problema es que no tiene nada que ver con lo que está pasando en
China. Está pensado para el mercado occidental, ideado para ser más
comercial en el extranjero.

-Y como arquitecto, ¿qué piensa de las ciudades que se están
levantando de la noche a la mañana en China?

Son ciudades ciegas. No están diseñadas para que la gente viva mejor,
sino para satisfacer la avaricia y los planes de unos pocos.

-Su visión de China es quizá la más crítica que he oído pronunciar a un chino.

Este es un país muy interesante, con una gente maravillosa. Incluso la
gente del gobierno es buena gente. Pero el sistema es absurdo. 60 años
después de lo que ellos llaman la liberación nos siguen negando los
derechos más fundamentales. El Gobierno ha traicionado completamente
al pueblo.

-¿Por la falta de democracia y libertades?

El Gobierno cree que la gente es tan ignorante que ni siquiera es
capaz de votar, de saber lo que necesita y lo que quiere. No tenemos
un sistema independiente de justicia, todas las cortes están sometidas
al Partido Comunista. ¿Qué tipo de país es este, eh? Un país que no
deja que la gente joven se forme su propia opinión, que no les cuenta
la verdad.

-Al menos la economía está creciendo.

Es una cuestión de supervivencia. Hace 30 años, China era como Corea
del Norte ahora. Después de la Revolución Cultural, China decidió
simplemente que quería sobrevivir, por eso se abrieron al mundo,
porque fueron prácticos. Se ha hecho mucho dinero, pero casi todo ha
queda en manos de gente del Partido, de sus miembros y del Gobierno.

-Pero en los últimos años China se ha abierto un poco, ¿no?

No, no un poco. China se ha abierto mucho, pero como decía no se ha
abierto por ideología sino por supervivencia. Saben que hay que hacer
negocios con el extranjero para sobrevivir. Un esclavo encerrado en si
mismo no es un buen esclavo. Ni siquiera a los países occidentales les
gustaría eso.

-Usted pasó parte de su infancia en un campo de reeducación con su
padre. ¿Qué aprendió?

Muchas cosas. Por ejemplo, lo bajo que puede caer la humanidad. Allí
era imposible moverse, disentir un segundo, porque nos habrían matado.
Ahora sí que se puede hablar, aunque se arriesgado. Por eso no puedo
perder la oportunidad de decir lo que pienso. No me callo nada y asumo
las consecuencias.

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